Con todas sus dolencias, él permitió que se registre fotográficamente el lugar en el que habita. Es un cuarto improvisado en el patio de una ex compañera de Furukawa, con techo de zinc, tapado con planchas de caña guadúa y con una cama armada entre bloques y tablas cubierto por unas cuantas cobijas y un toldo, atrás de la puerta tiene una pequeña cocineta en la que prepara sus alimentos, los […] que por la dolencia estomacal son regurgitados […] Como maquinero tuvo un accidente que debió solventar por sus propios medios, siente afectaciones en su salud, tiene familiares, pero no quisiera ir a visitarlos sin nada” Relato sobre Petronilo en el Peritaje Antropológico.
Petronilo Monaga Quintero Medina, campesino y trabajador agrícola de la empresa Furukawa Plantaciones C.A. del Ecuador. Nació el 1 de marzo de 1958 en Esmeraldas, tenía 63 años. Desde hace días estuvo internado en un hospital público de la ciudad de Guayaquil, por cáncer. En 1989, a los 29 años, llegó a trabajar en las haciendas, a cosechar abacá. Hoy, 16 de junio de 2021 ha fallecido.
A inicios de 2018, él decidió, con el resto de las personas y familias abacaleras, que era tiempo de organizarse y enfrentar tanta adversidad. Vivir y trabajar en las haciendas de Furukawa Plantaciones C.A. del Ecuador, sin luz eléctrica ni agua potable, bajo las altas temperaturas del falso bosque de abacá, en horas extendidas y bajo constantes riesgos y accidentes laborales. Sin contratos de trabajo, sin seguridad social. Varias veces antes habían intentado reclamar individualmente por sus derechos. Alguna liquidación, irrisoria, le llegó y solo sirvió para pagar deudas acumuladas para enfrentar las múltiples crisis provocadas por los exiguos ingresos que percibía.
‘Don Fruco’ –como lo conocemos la mayoría– estuvo en el primer plantón en la Plaza Grande y luego en la Secretaría Nacional de Gestión de la Política. Con una chaqueta que le quedaba de algún traje, fue a algunas reuniones con la Defensoría del Pueblo y a la Asamblea Nacional. Asistía también a los plantones y las vigilias. A la minga para construir la ramada. A dar su testimonio y a la audiencia de juzgamiento. En el campamento, a todos los funcionarios públicos que por ahí pasaron, les contó cómo la empresa los sometió, con engaños, artimañas y enredos legales, a ‘servidumbre de la gleba’, una forma análoga a la esclavitud, prohibida por la Organización de Naciones Unidas. El Ecuador asumió ese compromiso internacional en la década de los 60 del siglo anterior, junto con la prohibición legal del huasipungo. Paradójicamente, en la misma década en que se fundó Furukawa Plantaciones C.A. del Ecuador, subsidiaria de capitales japoneses y filipinos.
El cáncer contra el que batalló Petronilo no puede disociarse de la miserable actitud de Furukawa Plantaciones C.A. del Ecuador y de la complicidad del Estado. En sus 2,300 hectáreas de tierra, en sus decenas de campamento para la cosecha de abacá, nunca se instaló un centro médico ni se hizo una visita de salud. Nunca hubo prevención ni cuidado de sus trabajadores. Con el tiempo, el trabajo físico y las malas condiciones de vida, los cuerpos de las y los trabajadores también se han enfermado y ahora deben pugnar por ser atendidos en el sistema público de salud. Furukawa no se hace cargo.
El 15 de enero de este año, un Juez Constitucional le dio la razón a Petronilo y a los otros 122 demandantes. La empresa y el Estado violaron sus derechos humanos. El Juez ordenó que se les entregue 5 hectáreas de tierra a cada uno y una indemnización por todos los años de trabajo, como reparación por todo lo vivido. Tierra y compensación económica por todo el tiempo en que Furukawa los empobreció, explotó, humilló y estigmatizó. Disculpas públicas por la actitud racista y violenta con la que esta empresa ha operado, sigue operando. Salud física y emocional para reparar tanto abuso.
Pero el tiempo es implacable. Para Petronilo, que trabajó alrededor de 3 décadas para Furukawa Plantaciones C.A. del Ecuador, la palabra justicia se quedó escrita en la sentencia constitucional notificada el 19 de abril de 2021. El candil encendido en Furukawa sigue alumbrando y su calor abriga ahora mismo a Petronilo, mientras en un abrazo, nosotras y nosotros lo acompañamos. Pero su muerte no puede volverse ni perdón ni olvido. Exigimos celeridad a la Justicia Ecuatoriana. Exigimos que se ratifique la sentencia de primera instancia, que se determine la responsabilidad penal en contra de sus dueños y representantes, que cierren Furukawa de una vez y entreguen la tierra a quienes la trabajan.
¡Honremos la memoria de Petronilo y de todas las hermanos y hermanos que, antes que él, dejaron la vida en los campamentos de los esclavistas!
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